martes, 14 de diciembre de 2010

MIZQ1. V. "La encrucijada zurda" Gárate, Luis

REFLEXIONES EN TORNO AL PROCESO UNITARIO DE LA IZQUIERDA EN LIMA Y SUS IMPLICANCIAS

Es indudable que el escenario electoral de Lima, y el del país en general, han cambiado drásticamente con la consolidación de la candidatura unitaria de la confluencia de Fuerza Social para Lima, encabezada por Susana Villarán.

Ha cambiado no sólo por la aparición de un nuevo actor político en la escena, sino porque representa un aire fresco en tanto vuelve a tener relevancia una propuesta de izquierdas y progresista, de la cual no se tenía noticia en la ciudad capital desde la alcaldía de Alfonso Barrantes en el 83. Se ha roto el tradicional dominio de las fuerzas conservadores y de derechas en el control de la política regional y local, producto de las casi dos décadas de reformas estructurales heredadas del fujimorismo y de la clara hegemonía neoliberal en el imaginario colectivo.

Mucho se ha hablado sobre la caracterización del proceso de la confluencia entorno a la figura de Villarán. Sin duda fue un proceso alentado por las fuerzas progresistas y de izquierda como Fuerza Social, Movimiento Nueva Izquierda, Tierra y Libertad y Lima para todos, pero cuya conformación como lista no dejó de tener tropiezos. Susana Villarán, como ella misma se define, viene de posiciones liberales de izquierda y socialdemócratas, y su organización cuenta con un buen equipo de profesionales progresistas y activistas sociales, pero con ciertas limitaciones organizativas que fueron complementadas en gran medida con la participación de los otros partidos y colectividades.

Cabe anotar que esta campaña ha tenido un alto grado de personalización, como es la actual lógica de las campañas electorales, que no se centran en el programa, los principios ideológicos ni las identidades partidarias, sino más bien en los atributos personales, carisma y calidad del marketing político.

En esa lógica, ¿qué entendemos por izquierda moderna? Se puede entender como una izquierda que asume principios democráticos al entender de las variantes de la democracia representativa y participativa, y que se adapte a la economía de mercado, es decir, abandone sus rasgos anticapitalistas heredados del marxismo. O que tanto se entiende como el asumir los valores de la modernidad, al racionalismo en la vida social y del desarrollo de una economía industrial. Estaríamos, más bien para algunos, en la época de configurar una izquierda posmoderna. Entiendo más bien esta etapa como la de una izquierda en proceso de renovación, en tanto ha tenido la capacidad de unir a los sectores “tradicionales”, a ciudadanos de a pie y a varios núcleos juveniles deseosos de renovación y aportando sus nuevas dinámicas.

Lecciones de las nuevas izquierdas

No podemos dejar de mencionar que el proceso político peruano no está exento a lo que sucede en el mundo y nuestra región. Latinoamérica ha sido y es a todas luces epicentro del surgimiento de nuevas fuerzas de izquierda marcadas por rasgos nacionalistas, indigenistas, sindicalistas, entre otros. El agotamiento del las políticas del consenso de Washington y la postergación de vastos sectores de la población han permitido la emergencia nuevo actores como el movimiento cocalero e indígena boliviano con Evo Morales a la cabeza, el surgimiento de militares bolivarianos como Hugo Chávez, un líder sindical con gran arraigo social como Lula de Silva en Brasil, el obispo progresista Fernando Lugo en Paraguay, el ex guerrillero tupamaro Pepe Mujica en el Uruguay, el economista Rafael Correa en Ecuador, entre otros.

Estos procesos están demostrando que es posible iniciar un camino de reformas y algunos cambios revolucionarios desde los causes de la democracia representativa. Esas reformas claves, como en los casos más avanzados, se sustentan básicamente en un nuevo diseño constitucional y republicano, en el que se busca un mayor protagonismo y soberanía popular a partir de altos grados de participación ciudadana en las gestiones locales y de decisión, a través de mecanismos como las consultas ciudadanas y el referéndum.

Los casos como Brasil, Uruguay y Paraguay van a ritmos más moderados, pues se han avocado a consolidar el crecimiento macroeconómico, fortaleciendo los programas sociales, reformas educativas y desplegando altos niveles de transparencia y participación ciudadana.

Los procesos latinoamericanos no están exentos de contradicciones, incluso de retrocesos. Por ejemplo, de ser presas de las ataduras tradicionales de los grupos de poder y de las redes de clientelaje. Se aprecian diferentes niveles de burocratización, de corrupción y hasta de rasgos autoritarios, pero justamente podrían asegurar su sostenibilidad en tanto se basen en la incorporación de la ciudadanía activa, institucionalicen los procesos y consoliden sus estructuras partidarias.

Izquierda peruana y los comunistas

En la tradición política peruana no ha existido un fuerte movimiento comunista ni socialista. A pesar de ello, no se puede negar el rol que han jugado tanto la vertiente originaria del comunismo peruano, heredera de Mariátegui y Jorge del Prado, que estuvo centralmente afincada en el movimiento sindical, así como la vertiente de influencia maoísta, que exceptuando su versión dogmática que derivó en el terrorismo, desde los 80 ha ampliado su mirada a otras corrientes del marxismo.

El Partido Comunista Peruano ha sido un importante actor político del siglo XX participando activamente en la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), promoviendo espacios como del Frente Democrático Nacional que llevó a Luis Bustamente y Rivero, y participó de procesos electorales durante los años 50, 60 y 80. Apoyó en gran medida el proceso de reformas del general Juan Velasco y fue uno de los principales impulsores del frente Izquierda Unida.

Por su parte, el Partido Comunista del Perú – Patria Roja es producto de le escisión de los comunistas en los 60 en torno al debate sino-soviético. Surgió del fraccionamiento del lado maoísta, llamado Bandera Roja, pero desde entonces fue el partido que mayor protagonismo adquirió en ese espectro, asentándose en el movimiento magisterial, estudiantil y campesino.

Existió otra fuerte vertiente, la llamada nueva izquierda, conformada por grupos como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria -nacida de grupos marxista del Partido Aprista Peruano (APRA)-, Vanguardia Revolucionara, la Unidad Democrático Popular (UDP) y sectores trotskistas como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). La nueva izquierda surgió como una respuesta al “reformismo” del Partido Comunista, asentada esencialmente en sectores universitarios, intelectuales, campesinos y obreros. Insurgió como un intento de reivindicar la lucha armada como una vía legítima para la revolución peruana, pero luego fue derivando a posiciones democráticas y fueron actores centrales de los procesos unitarios.

Lo cierto es que esa izquierda, tanto la comunista como la “nueva”, se han desdibujado por su crisis interna, por la violencia terrorista y porque actores sociales que representaban también cambiaron. En vez de un proletariado industrial fuerte y campesinado, tenemos más bien sectores emprendedores, trabajadores de servicios, pequeños propietarios, mujeres y jóvenes subempleados y desempleados que requieren una nueva representación.

Sujetos políticos peruanos

Considero que un nuevo sujeto político de izquierdas debe incorporar las nuevas corrientes nacionalistas, ambientalistas, indigenistas, progresistas pero también a los componentes socialistas y comunistas que tienen una larga trayectoria y una proyección. Considerar que se puede hacer el proceso renovador sin estos actores sería un grave error. Pare eso debemos superar, ante todo, los prejuicios teóricos y subjetivos, tener una actitud dialogante y con cierta flexibilidad organizativa.

Otro elemento que se hace indispensable es el diálogo de la izquierda con el nacionalismo, considerando además que el segundo se nutre en gran medida de militantes y personalidades que se formaron en las filas izquierdistas. Lamentablemente ahora prima el cálculo electoral y el caudillismo en la dirección nacionalista, aunada a sus debilidades organizativas. Por el lado de la izquierda, no emerge aún una identidad unitaria definida ni liderazgos renovados que sean los voceros de un eventual polo izquierdista.

Un frente político bajo el modelo de los frentes populares o como la Izquierda Unida no es posible en esta etapa, pues no existen grandes partidos ni una influencia social, ideológica o cultural de izquierdas. Lo que existen son poco partidos, diversos colectivos, personalidades y militantes dispersos que pueden confluir en un proceso que hay que definirlo en sus características, sin caer en los problemas de cuotas y vanguardismos que ya conocemos.

No queda claro que se vaya a mantener el proyecto actual de la confluencia logrado en Lima. Lo cierto es que se ha despertado un ánimo popular, una creciente adhesión favorable a un proceso unitario mayor, lo que es un llamado a las fuerzas y personas de izquierda a que reflexionemos conjuntamente y que, con visión histórica, trabajemos un proyecto que asuma el reto de refundar la república y sentar las bases de un nuevo proyecto nacional, aspirando a un socialismo mágico como lo llama Rodrigo Montoya, y pensado desde nuestras raíces y desde nuestra América.

Luis Gárate
Periodista egresado de la Escuela Bausate y Mesa. Militante del MNI, fue candidato a Regidor de la Municipalidad Metropolitana de Lima por Fuerza Social. lavoz_rebelde@yahoo.es


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