martes, 14 de diciembre de 2010

MIZQ 1. IV. "Defendiendo la insolencia" Bustamante, Roberto.

“Che Guevara died for somebody’s sins
but not mine”
Patricia Pérez Smith

En estas últimas semanas se ha hablado mucho de la necesidad de una izquierda moderna. Aclaremos. Para algunos, cuando se habla de ella, de la izquierda moderna, se está refiriendo a una izquierda civilizada, esto es, como lo planteó Norbert Elias, una izquierda calmada, que no haga aspavientos ni sea revoltosa. Para este sector, una izquierda moderna significa una izquierda adocenada y que no mortifique. Es mucho más que solamente no ser críticos con el modelo económico (lo que sea que signifique esto), sino, por sobre todas las cosas, una izquierda que guarde la compostura. ¿Acaso no hay en este discurso de las buenas costumbres (mezclado con cierto tinte discriminatorio) contra las protestas en el interior del país? Cuando en estas últimas elecciones la derecha comentaba que detrás de Susana Villarán estaba la izquierda radical y extremista, ¿no hacía referencia acaso al incómodo discurso del clasismo marxista?

Pero aquí no estamos hablando de esa acepción de modernidad ni civilización. Lo que nos interesa aquí es qué podría interesarnos en una discusión sobre izquierda moderna a quienes nos consideramos izquierdistas (simpatizantes, militantes, curiosos). (Una cuestión de orden. En este texto se usa la expresión “la izquierda”. Con ello queremos referirnos a un universo que actualmente es inorgánico, con antagonismos, pero que más o menos comparte cierto horizonte de justicia social, aunque sea sólo de palabra).

En primer lugar, se necesita un balance crítico (de verdad) de la izquierda de la generación del setenta. Hasta ahora, no solamente vivimos sino que no comprendemos todas las implicancias y consecuencias de dicho proceso, que terminó con los criminales Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Este balance crítico debería dar cuenta no solamente de las responsabilidades políticas, sino también de todo un horizonte cultural que construye un sentido heroico en la política. ¿Dónde están esos textos de balance?, ¿dónde el debate político sobre las responsabilidades?

En segundo lugar, y luego de ese balance, reconocer lo que se ha avanzado como país. El Perú (como el resto de América Latina donde hay una fuerte presencia de la izquierda), dentro de todo, ha apostado por la democracia y por sus instituciones. Y, a pesar del alto nivel de desconfianza que existe, estas instituciones funcionan. La izquierda, en general, poco bien hace al contribuir a esa desconfianza, instalando un clima de paranoia basada en una teoría o síndrome de la conspiración. Si bien es cierto que tanto el senderismo como el fujimorismo ayudaron a desmovilizar a la población, también es cierto que la población vota, participa, protesta y opina. La apuesta de la izquierda debe ser el reforzamiento de las instituciones y la defensa de lo público (no estatal) sobre lo privado.

En tercer lugar, reconocer el enorme esfuerzo de muchas personas en este país por participar en el mercado. Quizá esto se vea feo porque, por lo general, la izquierda para algunos debería ser anti-mercado. Esto es un error. Los mercados, esto es el intercambio, el comercio, la economía basada en las necesidades y en la oferta, han existido mucho antes del capitalismo y es difícil, quién sabe imposible, que desaparezca. Sin embargo, la apuesta aquí es por una sociedad que tenga reglas claras y más bien por un estado que redistribuya o permita redistribuir el gasto. Democracia, bien común y mercado.

En cuarto lugar, recuperar y hacer visible el debate político. Aquí se puede decir, por el contrario, que la política está en todos lados. Eso es una verdad a medias. Hemos sido testigos en los últimos años de cambios de camiseta, de invitados, de renuncias dirigenciales, de caídas y encumbramiento de líderes, sin que a nadie se le mueva el pelo ni se ruborice. ¿Dónde está el balance crítico de quienes pasaron por el humalismo y ahora han encontrado a Marco Arana como su nuevo líder?, ¿qué pasó con el Partido Socialista?, ¿dónde se encuentran los debates programáticos o ideológicos?

En quinto lugar, hacer suya, es decir internalizar, una cultura democrática y basada en la meritocracia. Estas últimas elecciones dan una oportunidad fuerte a la izquierda, pero también han desnudado nuevamente lo peor de ella. Fuerza Social no ha presentado (quizá suene injusto) ni una sola lista distrital que haya salido de un proceso político interno. Varios de los candidatos han sido sacados del sombrero, más por sus méritos gremiales que políticos (¿hemos olvidado que gremio y partido son distintos?). ¿Dónde está el trabajo político de Fuerza Social en distritos?

En sexto lugar, y no menos importante, hacer suya la crítica política que se viene haciendo desde otros espacios subalternizados por una tradición conservadora de la izquierda. Me refiero, sobre todo, a la crítica desde el feminismo. Si algo se ha insistido mucho desde el feminismo o los feminismos es en el valor de la libertad humana, muy distinta o que va mucho más allá de la libertad económica. Despenalizar el aborto, estado laico, libertades sexuales y reproductivas, etc., no son solamente una cuestión legal, sino que son parte de una crítica que busca subvertir un orden establecido en las estructuras de la sociedad peruana. La autonomía de los cuerpos es clave para cualquier proyecto de izquierda.

Visto así, queda claro que es poco lo que se ha avanzado inclusive en estas elecciones. Debería ser un consenso que el triunfo provincial en las municipales fue uno encontrado e inesperado que desnudó, además, las falencias en términos políticos y de respuesta por parte de un partido que todavía sigue en lento proceso de afianzamiento.

Lo que queda a futuro es recuperar la capacidad creativa de la izquierda peruana. Mirar y alimentarnos de los cambios políticos, culturales y económicos del país. Una izquierda moderna (es decir, contemporánea) debería poder arriesgarse a una refundación, donde seguramente habrán muertos y heridos (en el sentido metafórico, por favor). Mariátegui hablaba de una heterodoxia de la tradición, ser malcriados con la historia, y nosotros con nuestra izquierda hemos sido demasiado respetuosos y tradicionalistas. Nos ha faltado ser insolentes con nuestro propio pasado político. Lo que se quiere es una izquierda moderna, sí. Pero también con una que también incomode, que hinque. Empecemos incomodando en casa.

Roberto Bustamante

Arqueólogo y egresado de la maestría de Antropología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Investigador en tecnologías de información y autor del blog elmorsa.pe. Izquierdista independiente. roberto.bustamante@gmail.com