martes, 14 de diciembre de 2010

MIZQ1. I. "Pensar la izquierda, hacer la izquierda" Durand, Anahí


A partir de las últimas elecciones municipales, y el triunfo de Fuerza Social y Susana Villarán en Lima, se abre un nuevo escenario político para la izquierda cuyas características y repercusiones futuras es necesario analizar.

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Observamos un avance importante en términos de auto identificación como izquierda de un sector importante de la población. No olvidemos que tras el conflicto armado interno, la debacle de Izquierda Unida y los años de fujimorismo, identificarse con una opción de “izquierda” y reivindicarse abiertamente como tal, fue anulado por el peso de la estigmatización y también por la crítica a lo que fue el accionar de la izquierda legal. Salvo un grupo reducido de militantes, no se lograba transmitir esta identidad a las mayorías, sobre todo en Lima donde el trabajo clientelar del fujimorismo en los sectores populares fue muy fuerte. Incluso en la lucha contra el autoritarismo fujimorista a finales de los ’90, quienes queríamos posicionar esta tendencia no lo lográbamos, siendo rebasados por posturas que preferían asumirse como “progresistas”, “liberales” o “democráticas”. Para los más jóvenes, que no tuvieron oportunidad de militar ni conocer de cerca lo que fue la acción de los partidos de izquierda en los 70 y 80, esta ha sido su oportunidad de verse a sí mismos como parte de una tradición política capaz de disputar y ganar electoralmente. Es muy valioso que, más allá de los matices en términos de radicalidad, se haya avanzado en consolidar una identidad, una sensibilidad de izquierda en el campo popular. Lo que sigue es continuar dotándola de contenidos sustantivos; ser de izquierda es ser crítico a los privilegios, luchar contra la corrupción, apostar por la igualdad de oportunidades, por la diversidad sexual, la interculturalidad, etc.

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El proceso electoral puso en debate lo que significa hoy construir una “izquierda moderna”. Las veces que Susana Villarán se presentaba como representante de esta izquierda moderna, era generalmente de modo defensivo, cercada por las acusaciones de la derecha. Intentaba así marcar la distinción entre una izquierda ideologizada y otra programática, entre una que asume plenamente los procedimientos de la democracia representativa y otra que apoya variantes participativas, entre una izquierda abierta a la inversión privada y otra estatista, entre una izquierda de emprendedores y otra de descontentos. El punto central aquí es quién marca la pauta de estas distinciones, ante quién se es moderno y por qué resulta necesario marcar distancia con posturas que podrían considerarse anquilosadas. Para mí el debate se ha abierto desde una posición absolutamente defensiva, para no quedar tan mal con la derecha y lo que hoy el establishment considera políticamente correcto y podría llevarnos a perder votos. En el contexto electoral que se planteó quizás no urgía profundizar en la crítica, pero si lo que se quiere es construir un referente de izquierda a mediano plazo es necesario abordar estas cuestiones. Apostar por una izquierda moderna no equivale a alabar la novedad banalizando debates de fondo que atañen a proyectos de desarrollo y de país. Hay que cambiar el eje desde el cual se nos plantea la discusión, cambiar de interlocutor principal; planteamos el debate para enriquecer una postura, para estar a la altura de los cambios de la sociedad peruana. Se trata de hacerlo de cara a las necesidades de las grandes mayorías, este sector es nuestro interlocutor principal y es ante él que debemos demostrar que existe efectivamente un proceso de renovación, de modernización en un sentido mariateguista: de condición epocal y creación heroica.

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Estamos ante un proceso eminentemente limeño y hace falta mirar el país. ¿Qué teníamos como experiencias de gestión de izquierda en los gobiernos locales o regionales? ¿Qué ha pasado con ello? Susana Villarán habló del ejemplo de Junín y San Martin como gobiernos regionales donde Fuerza Social habría validado posturas y ensayado políticas progresistas y la verdad es poco lo que se conoce. En tal sentido es importante también tener una mirada global de los resultados electorales en los distintos gobiernos regionales, en las municipalidades locales y provinciales. No se puede negar que ganar la Alcaldía de Lima es clave: de lo que haga Fuerza Social en la municipalidad puede derivarse una serie de políticas y acciones que reforzarán o debilitarán las posturas de izquierda en el país. Pero si se quiere construir izquierda como proyecto nacional, de cara al país y no solo como modelo de gestión municipal, hace falta detenerse tanto en las experiencias de gestión salientes como en las que van a empezar. Supuestamente había ya experiencias de izquierda con posibilidades de continuidad en Jauja, en Cusco, por ejemplo Patria Libre que esperaba ganar en Jauja, Tierra y Libertad esperaba ganar en varias municipalidades de Cusco ¿Qué falló? ¿Por qué la gente prefirió otras opciones, por qué votó por Patria en Cajamarca? En términos emocionales, de identificación, de expectativas populares ¿qué nos dicen estos triunfos y estas derrotas?

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El desafío que se presenta es la unidad de las fuerzas existentes y que se reivindican como de izquierda. Este proceso electoral ha demostrado que pese a la satanización de la derecha a Patria Roja, el MNI y gremios como la CGTP o el SUTEP, la población no necesariamente los rechaza y más bien reconoce los esfuerzos de unidad como un paso importante para dejar atrás vicios de la vieja política como los caudillismos y clientelas. Avanzar seriamente en un proceso de confluencia implica asumir algunos de los debates aquí planteados pero sobre todo hacer que la unidad no sea solo un proceso coyuntural y de minorías activas. Son dos procesos paralelos importantes, de un lado articular organizaciones sociales y de otro tejer articulaciones serias desde las dirigencias. Sobre lo primero, no olvidemos que la gran diferencia con la Izquierda Unida de los 80, es que en esa ocasión el ascenso de Barrantes se sustentaba en un fuerte trabajo de base y la articulación de organizaciones sociales en un acumulado de décadas a nivel urbano y rural. Si bien el activismo de los grupos partidarios es clave, no puede dejar de articularse a los movimientos sociales y gremios más movilizados, por más puntual que sea el trabajo que tengan. En cuanto a la articulación de las dirigencias, espero equivocarme, pero no soy muy optimista. Sospecho que la discusión terminará estancándose por quien encabezará la candidatura unitaria, cómo negociar con fuerzas como el nacionalismo, o como armar la lista parlamentaria. Sólo queda esperar que el proceso de unidad electoral se construya de cara al pueblo, poniendo por delante la responsabilidad de no dejar pasar una oportunidad certera de ser gobierno y definir un rumbo distinto al país.

Anahí Durand Guevara
Socióloga por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, investigadora del Instituto de Estudios Peruanos-IEP anahidurang@hotmail.com


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